Sin embargo, luego de leer de manera atenta la narración de un joven, “Emilio” que circulaba en el Facebook, la naturaleza y su acción me llenaron de sentido para comprender. Un relato tan profundo como el video que lo acompaña en que se le celebran los cumpleaños a una mujer que habita la calle, llamada “Andrea” que diariamente se encuentra frente al desprevenido peatón que la rechaza y sólo ofrecen de ellos la indiferencia de su mirada. La ansiedad de Emilio por encontrar a la mujer y la forma en que ella lo recibe, ofreciendo un fuerte abrazo da cuenta de la relación estrecha que se establece entre los seres y la otra mirada que este joven tiene por brindar.
Andrea como otros ser nos enseña la esencia de lo humano, pero Emilio no enseña la acción humana como la posibilidad de construir un mundo de alegría para los otros, nos enseña que la felicidad verdadera está en la sonrisa del otro y que las sonrisas de los demás alimenta el espíritu para mantener un sentido en la vida.
Entonces me animé a escribir porque comprendí que no se espera que las palabras tengan eco, porque bastará con que lleguen como el abrazo de Emilio a lo profundo de un corazón. Sí que se hagan fiesta con el sonido de los pájaros, que se hagan gotas con unas lagrimas y que se hagan vida con la esperanza de un mundo en el que seamos como dijo Andrea: “Seamos felices todos”. Es que sin duda, mientras muchos piensan en regalos, en comida y en las vacaciones de navidad; se debe comprender que el verdadero regalo no se empaca con papel, éste se empaca con amor y está lleno de sueños. El amor es la condición para romper cualquier síntoma de indiferencia e indolencia.
Cada palabra que se pierde en el viento no desaparece, llega donde alguien; son escuchadas por el más desprevenido de los seres, y no porque sea desprevenido deben llegar a él, es porque las palabras buscar el destino adecuado para que un tono bajo en el oído, despierten de un estruendo el sonido del interior que cada hombre debe escuchar, se trata del sonido del corazón, del mío y el suyo.
A Emilio le escribí: Hermoso cumpleaños de Andrea, el desinterés de muchos es la esperanza, el sueño y la alegrías de otros. La indiferencia de unos ojos; es para otro la llama del corazón que se enciende en lo profundo del interior de seres que tiene para ofrecer la mirada del alma.
Una mirada del alma que muchos debemos encontrar. Por eso bajo los ojos de la otra navidad vale la pena preguntar: ¿Usted qué está haciendo para ser feliz? Si comprendemos que la felicidad está en la sonrisa de seres que esperan, usted encuentre la llama de su corazón. Pero también tiene sentido preguntarnos: Qué ando sembrando, qué terminamos sembrando este año y qué sembraremos para el nuevo año occidental. Como dice la canción de los Cojolites es mejor andar sembrando Flores, y como digo yo: sembrar es poner lo humano en la acción, en una acción digna para la vida. Tal como la acción de Emilio. Feliz navidad en sus corazones y buen recibimiento de año nuevo, una vez más GRACIAS a Emilio y a cada uno de ustedes por aportar a mi construcción.
Recomendado:
El indio no pide la paz, ya desarmaron su pensamiento
*Emilio Aparicio Rodríguez, el fotógrafo de los indigentes - Emilio Aparicio Rodríguez, un hombre que retrata personas de verdad - El infame paso del tiempo en la calle
0 comentarios:
Publicar un comentario