Si he visto a un ser consecuente en su discurso y accionar, es un digno indígena, Feliciano Valencia. Hoy preso, pero libre en su consciencia.
Un sujeto luchador que tiene en su cabeza una visión de país construida, y una propuesta de caminar que se alimenta de sus diálogos populares y de base. Basta con cruzar unas cortas palabras para comprender que su pensamiento es noble, puro y consecuente. Entiende que la transformación de este país debe partir de la unión de los sectores sociales y de la sociedad en su conjunto. Además que la ruta de la paz incluye pensar desde los territorios una política de respeto por la Madre Tierra.
El indígena conoce muy bien que los cambios se hacen desde la acción y la construcción política, por eso su activa participación en El Congreso de los Pueblos y el Movimiento Político Mais, escenarios que lo ha llevado a proponer una alternativa a la presidencia. Efectivamente, Colombia mereciera un presidente de tal talante para enfrentar las clases políticas y económicas dominantes que asesinan y encarcelan la alternativa. De esta manera siguiera recorriendo las montañas y territorios en su ejemplar Rocinante, con su tradicional sombrero, muchila y manillas tejidas.
Este hombre que hoy está tras la rejas de un régimen históricamente disfrazado de democracia, es la fiel prueba de lo alejado que está Colombia de acercarse al menos a vislumbrar la paz, ya que ésta como saben los líderes populares se construye con participación de esos sectores sociales, excluidos y encarcelados. A esos sectores pertenecen muchos líderes hoy perseguidos, recluidos y asesinados.
Es la histórica y sistemática persecución al movimiento social y popular, que un sector dominante del país ha perseguido e invisibilizado desde la masacre de la Unión Patriótica. Su historia no es ajena a la de cientos de colombianos, líderes sociales, defensores de derechos, activistas ambientales, cantautores, estudiantes y demás sujetos divergentes de pensamientos que están tras los barrotes de una cárcel. Son reflejo de historias como las de los recientes 13 líderes capturados en Bogotá, presuntos responsables de atentados en la capital y liberados por falta de pruebas. Así sucedió con otros actores sociales; el catautor Carlos Lugo, la poetisa Angie Gaona, el profesor Miguel Ángel Beltrán y otros tantos. Las capturas invisibles y masivas de líderes sociales se repiten cada año en el Huila, Cauca, Caquetá, Bolívar y Putumayo.
La paz de indígena es diferente a la del hombre occidental, ellos quieren ver libre sus territorios por el que lucha y resisten para sanarlo. Sus acciones de movilización son un justo reclamo al respeto de sus derechos. Hoy Feliciano está en una cárcel, junto a otros líderes perseguidos y encarcelados por defender sus derechos, pero está libre en su consciencia. Sabe que los pasos que ha dado son justos y necesarios, debe estar guiado por los espíritus que lo acompañan. Estos le dan fuerza para seguir con su legado, luchar a pesar de la muerte y la persecución a las que han estado sometido las minorías en este país, incluyendo indígenas.
Una vieja disputa de poder
La inteligencia militar, la derecha y altos mandos de las fuerzas militares en Colombia tienen una vieja disputa de control territorial, y uso de fuerza contra los indígenas y sectores sociales.
Una de las estrategias de control es acomodar el aparato estatal y blindar por medio de leyes y decretos la persecución a la protesta social. Es así como se viene criminalizando la protesta para prohibir las acciones populares y capturar a los líderes sociales.
A toda costa en cada protesta social el gobierno y sus fuerzas armadas buscan capturar a los líderes para desarticular el movimiento social. Es así como se hacen capturas masivas y falsos positivos judiciales para encarcelar al pensamiento diferente.
Por medio de la fuerza militar el gobierno y las elites no han podido controlar el poder popular, en muchas protestas como en el caso de los indígenas la disputa de fuerza la han ganado las bases populares con resistencia, dignidad y bastones de mando. Tras esto la sensación de derrota del poder militar busca la estrategia de persecución, por medio de cualquier denuncia como terrorismo, nexos con las Farc o hasta lesiones personales agravadas que llevan finalmente a las capturas de los líderes. Así le pasó al líder de la organización indígena del Huila, Crihu Leonardo Homen Quinayas que luego de una movilización por la defensa de la Madre Tierra se encuentra en un proceso de judicialización por denuncia de un alto mando militar. Historia similar vivió Cesar Pachón luego de liderar acciones de movilización campesinas en las Dignidades por Colombia.
A Feliciano hace rato le querían echar mano y no habían logrado, es la estrategia de desarticular y dividir, empiezan con las amenazas y seguimientos por parte de la Fuerza Pública. Por eso como sucedió con Home, también buscan la forma de judicializarlo y lo hicieron con la denuncia de un militar, Jairo Danilo Chaparral Santiago por un presunto delito de secuestro simple en medio de un proceso que casi cumple 8 años y del que ya había sido absuelto.
El debate de la jurisdicción indígena
En cada protesta la fuerza pública captura a manifestantes, los busca judicializar de algún modo. En los mecanismos de defensa los protestantes logran desarmar algunos de sus verdugos agresores, los retienen para controlar las agresiones o exigir un canje. En un lado son capturas legales cuando proceden de los militares, en el otro son secuestros y abuso contra servidor si la retención fue por los protestantes.
En el marco de una protesta un hombre infiltrado en la movilización indígena es retenido por los comuneros, estos le dan un lección amparados en su cosmovisión, los usos y costumbres del pueblo Nasa y su derecho constitucional a la jurisdicción especial indígena. Latigazos, alguna armonización y en el peor de los casos el cepo práctica ancestral como castigo. Luego es estregado en el marco de garantizar el respeto de sus derechos. ¿Cometieron un delito, quién lo hizo? ¿A quién juzgar? Sin embargo, en este caso el proceder de la Fiscalía es individualizar el caso e imputar los delitos a una cabeza líder.
Se podría juzgar a un líder, cuando la medida se tomó en asamblea popular, fue la voz de la comunidad. Como dicen los indígenas que estuvieron, “que nos encarcelen a todos porque fue la comunidad la que le dio el remedio ejemplar”. Así lo hacen en sus territorios, lo han hecho contra ladrones y asesinos ya sean miembros de la guerrilla o del Ejército que han sido retenidos infraganti. Para Feliciano es claro que en este caso ellos en su jurisdicción, actuaron en derecho en modo, tiempo y lugar, es decir no fue ningún delito como lo quieren hacer ver.
Pero más allá de jurisdicción, se trataría de esta disputa de poder contra la protesta social y el pensamiento divergente, la derecha y el poder militar sabe que hay que desarticularlo como sea y a costa de lo que sea. Éste ha sido un camino el de la judicialización.
La lucha sigue
Los indígenas aprendieron a luchar y resistir para pervivir, por eso dignamente a esta violación de derechos, el pueblo es el que se mantiene digno. Se declaró la Asamblea Permanente, la resistencia se mantiene es legado de Quintín Lame.
Así lo profesan, ya que por cada indio que cae miles se levantarán. A pesar de la persecución y criminalización, otros tantos seguirán en campo luchando sin armas, pero con dignidad.
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